miércoles, septiembre 01, 2010

Paul Pauls y su sutil deconstrucción del discurso mediático sobre las drogas

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Por Humberto Steinberg

Luego de un alarmante período sin saber nada sobre su vida, más que las vagas noticias sobre una expedición a una selva en el congo donde quería consumir un extracto de hierbas que “me iba a dejar realmente de culo, no como el pasto que ando fumando”, supusimos que Paul Pauls podría haber sufrido algún tipo de inconveniente severo en su salud, como la muerte. Pero, cuando las semanas de ausencia se habían multiplicado lo suficiente como para considerar que la posibilidad de su deceso era… más que una posibilidad, junto con una nota donde se indicaba que el poeta de la crítica había sido ungido como el nuevo Señor Supremo de los Pigmeos y reclamaba parte del territorio argentino para sus dominios, recibimos un nuevo paquete con sus escritos sobre la cultura porteña de clase media. Transcribimos a continuación:

La clase media porteña, santuario de la pelotudez humana, templo dedicado a la idiotez nunca profanado, reserva natural para que la imbecilidad florezca a perpetuidad sin riesgos de extinción.

Eso no tiene nada que ver con lo que quería escribir, pero siempre es bueno recordarlo.

En mis cada vez menos frecuentes contactos con la televisión argentina, me sigue llamando particularmente la atención uno de los temas “candentes” que presentan en los noticieros: este es el de las drogas o, como prefieren muchas veces decirle los cráneos semiletrados que intentan dirigir la opinión pública hacia sus billeteras, el de “La Droga [1] (las mayúsculas son mías)[2]. Este asunto ocupa, de manera central, aproximadamente el 40% del espacio al aire de los programas informativos (el otro sesenta los medios lo dedican a temas tan relevantes como el fútbol, los fiambres que deja la delincuencia, el twitter, los gatos, los puteríos inventados de la farándula, Tinelli, Ricky Fort y la Mole Moli).

De manera secundaria, “La Droga” aparece, además, relacionada prácticamente a todos los otros dramas de la humanidad, en especial a los que puse entre paréntesis en el párrafo anterior. Así es que se puede hablar de que los que achuraron a una vieja para robarle la jubilación estaban “drogados”, o de que los “delincuentes” se drogan para robar, o de que Maradona perdió el mundial porque estaba más duro que yo, o de que de seguro Bin Laden y los tipos que se estrellaron en las torres gemelas habían tomado merca y se había vuelto musulmanes y fanáticos (por el brote psicótico que les dio, por supuesto). En todo (lo malo) hay drogas de por medio, y éstas, de alguna forma, junto con el descontrol juvenil (esto lo trabajaré luego), la falta de disciplina escolar (ahora no se faja a los pibes, ¿vio?) y el fin del servicio militar obligatorio (nada mejor que un milico para sacar derechito a un chico), son las responsables de la degeneración de nuestros tiempos, que de a poco está derrumbando todos los sagrados valores y la perfección que décadas de corrupción, imbecilidad, gobiernos militares, moralismo, explotación y pacatería mojigata habían construido en nuestro amado y alguna vez perfecto país[3].

Volvamos con alguno de los puntos que destacan el trabajo de pánico colectivo ante los psicoactivos, por ejemplo, la relación que tienen los jóvenes de hoy con la droga y el descontrol. Si nos guiamos por el discurso que reina en estos días en programas liderados por intelectuales de la talla de Facundo Pastor y Guillermo Andino, deberíamos balear a cada adolescente que se nos acerque a menos de un metro de distancia, si somos valientes, o solicitar ayuda a la policía, al Papa y a Dios mismo, si tenemos un poco menos de huevos. Es que, según lo que se nos dice en tan prestigiosos programas, los jóvenes son degenerados, borrachos, asesinos, imbéciles que no respetan la vida de nadie, ni siquiera la propia, y, peor que todo eso junto, drogadictos.

Claro, es difícil decir que sólo los adolescentes se drogan, ¿no? Mírenme a mí: tengo cuarenta y siete años. O miren al enorme cantidad de periodistas que toman, fuman y escavian y después quieren dar lecciones de abstinencia adolescente. Pero bueno, el problema son los jóvenes, aunque no sean los únicos que usen psicoactivos (ni los que más los usan) y aunque no sea tan nuevo que los adolescentes beban o se droguen. Porque, aparte, digamos que los menores borrachos, duros y fumados no se inventaron el 24 de abril de 2004, aunque parecen haber sido descubiertos más o menos en esa época por presentadores televisivos que, o no tuvieron adolescencia, o no tuvieron viaje de egresados de quinto año, o desperdiciaron su adolescencia, o desperdiciaron su viaje de egresados de quinto año o, mucho más probable que todo eso, mienten como los forros garcas hijos de puta que son.

Hoy en día, como ayer en día, los pibes escavian y fuman. Eso no los convierte en adictos, ¿escucharon? El que se fuma un porro, mis queridos idiotas de clase media que después aman escandalizarse con frases subidas de tono como las de Calamaro, no es un adicto que busca violarla a ud, a su hija y a su caniche insufrible. No es que uno agarra “la droga” buscando hacerse adicto a propósito y lo consigue. ¡No sean pelotudos! ¡La gente puede ser pelotuda, pero no tanto! Hay adictos, que toman merca todos los días, a toda hora, todos los meses, todo el año, ahora mismo, y ahora de nuevo, y de nuevo, y que ahora se preguntan cuándo consigo merca de nuevo, ¿Cuándo?

Pero no son todos. Los Pity son pocos. La mayoría no se acercan a “La Droga” para matarse a sí mismos onda: “Disculpe Don, me quiero comprar un kilo de Droga, que sea bien adictiva y pura para poder convertirme en drogadicto más rápido”. Nadie consume “La Droga”. Así como la gente no come “La Comida”, sino que ingiere fideos, asado, salchichas, vitel toné, fainá y, vaya uno a saber por qué, tarta de acelga, nadie toma “droga”, sino que usa cocaína, o faso, o pepa, o paco, o poper, o tiner o engrudo o lavandina[4], dependiendo del efecto que espera conseguir, y no por la potencia que necesita para “poder estar drogado”. Así que sería bueno que los medios dejaran de hablar de “La Droga” y de los “adictos” para hablar de drogas en particular y de usuarios de drogas (entre los que puede haber adictos), aunque también sería bueno que en los noticieros pusieran gente inteligente que haya leído al menos el libro de lectura de primer grado y no los soretes ignorantes, trepadores y chupaculos que suelen conducir esos programas; y eso tampoco pasa. Así que mejor no pido pelotudeces y sigo puteando.

Un punto central en la construcción de la imagen del drogón como un degenerado que quiere destruirnos a todos[5], es el del delito. Parece que el delito se inventó con las drogas, que como sabemos, aparte, fueron engendradas por unos pibes descontrolados haciendo una previa en junio del 2004. Es claro que antes de las drogas nadie robó y que después de las drogas todos los que las usan roban indefectiblemente. ¿Cómo sabemos que todos los crímenes los producen personas bajo los efectos de “estupefacientes”? Por los comentarios de los testigos, gente que es capaz con una sola mirada de reconocer si alguien tomó “La Droga” o no. Miren cualquier noticia del más mínimo delito, digamos el robo de unas mielcitas[6] en un kiosco en Picún Leufú. Una notera, cubriendo tan importante noticia, le pregunta a la víctima, una kiosquera y ama de casa que no ha tomado nada más fuerte en su vida que un te de Boldo: ¿[los ladrones] estaban drogados?”; a lo cual, la daminificada responde, con total seguridad, “sí”.

Detengámonos un segundo en esto. Para el ojo entrenado, es relativamente fácil darse cuenta de alguien que ha tomado cocaína, o ácido, o ha fumado algo de faso. Ahora, para esta respetable dama, sería más sencillo individualizar a una hormiga o encontrar diferencias entre dos canciones de Calamaro que reconocer a alguien “drogado”. Yo me he paseado delante de una tía, de similares dotes intelectuales que la respetable dama, luego de cuatro días de vigilia a pura mandanga, y sólo me dijo que me encontraba “un poquito nervioso”. Por el contrario, esa misma tía, una vez que me vio “sobrio”[7], me dijo que parecía -adivinaron- “drogado”.

(…)[8]

Para ir cerrando, me resta señalar que los psicoactivos no son algo nuevo en la cultura argentina. Los forros periodísticos, que cada tanto largan una perorata insufrible sobre la tradición y el tango, parecen asombrarse de que en el rock (género que ya no es nuevo, la concha bien de su madre) y en la cumbia se habla de drogas. Bueno, sería interesante que vieran las letras de tangos como Tiempos Viejos o A media luz, y me digan a qué se refieren cuando dicen frases como “Como en botica, cocó” o “No se conocían cocó ni morfina”. Claro, no me lo van a decir, ni lo van a decir en sus programas enfermantes. No van a renunciar a hacer guita fácil sin laburar, porque de eso se trata la televisión, ¿no? Son unos forros, unos turros, unos hijos de…[9]


Humberto Steinmberg ha publicado numerosos trabajos de semiótica y análisis del discurso aplicados a personajes infantiles y populares, entre ellos “Los Tres Chiflados y su simbología en la Revolución Cultural China” y “Celeste, siempre Celeste y el furor por el 1 a 1 en épocas de menemismo”


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[1] Las mayúsculas son de él. N del E

[2] Ah, perdón por la nota 1, ya lo había aclarado Pauls y no me había dado cuenta. N del E

[3] Esta oración es larga. N del E.

[4] Pega, posta. N de Pauls

[5] Encima, como si no hubiera razones de sobra para que mereciéramos que nos hagan mierda. N de Pauls

[6] Entiendan que Pauls hace mucho que desapareció de la sociedad occidental. N del E

[7] Según mis registros, la única vez que estuve careta en los últimos 24 años.

[8] Se han quitado una serie de párrafos que proseguían con ideas similares y en los que se solicitaba que le mandáramos cocaína a un apartado postal del reino de los pigmeos, porque se le estaba acabando. N del E

[9] Se da por terminado el texto aquí, sólo quedaba una página y media más de insultos que no nos ha parecido relevante publicar. N del E.

2 comentarios:

Matías Lucadamo dijo...

buenisimos los artículos, che, me saco el sombrero (el del preguntador egocéntrico, antológico)

Revista ¡Lo qué? dijo...

chas gracias. Puede ponerse el sombrero. Saludos