viernes, octubre 09, 2009

Aguafuerte del Subsuelo n° 3


…de la Muñeca PT1

De ninfa deleitable a espíritu acosador


Por Friederick Pellinsky


Si de mujeres del subsuelo quiero seguir hablando, no puedo continuar mencionando personajes abstractos o nombrados al pasar, sino que para ilustrar mejor esta suerte de bestiario subterráneo se hace imperativo referirse a la vida de alguno de sus seres más famosos.

Hubo una noche en la que el sótano pareció estremecerse particularmente. Recuerdo que ni bien bajé aquella escalera mis ojos, como si fueran una polilla, no pudieron evitar dirigirse a un fuego que jamás había sido visto en ese lugar con anterioridad. Ella estaba allí, de negro, con un vestido de cuero que se apretaba contra unas curvas que había que tomar con extremo cuidado para no volcar. Una peluca que imitaba esos cortes de pelo que se le atribuyen a Cleopatra tapaba su pelo natural y hacía llamar la atención aún más de lo común sobre un rostro que parecía diseñado pura y exclusivamente para ser besado (y un poco más también, je) Y su baile, ¡cómo se movía! Con cada paso su vestido dejaba ver un breve preview de lo que sería disfrutar de aquel cuerpo desnudo en una cama, y todos de golpe soñamos con el contacto con aquella blanca piel. Por último, coronada en un porta ligas que se unía a unas medias negras que acariciaban sus esbeltísimas piernas, se veía una cortísima minifalda, que invitaba a la contemplación de un culo que merecía ser adorado con fervor religioso. Parecía una ninfa a venus consagrada, un monumento al amor, un llamado al pecado, una Barbie de cabello negro.

Por supuesto que la nueva estrella negra del subsuelo no tardó en atraer la atención de un ejército de pretendientes que pronto hicieron cola a su alrededor. Uno a uno se fueron acercando todos los hombres que se encontraban bailando allí, incluso los que tenían pareja, y también hizo lo mismo más de una mujer, aún alguna heterosexual. Como guerreros de batallas antiguas, cada cual fue desplegando sus técnicas milenarias de levante, todas sus armas, todos sus secretos y poderosas artimañas, pero aquellos esfuerzos fueron completamente vanos. La ninfa era una fortaleza amurallada: el fuego que se desplegaba a su alrededor y que tanto atraía a los hombres al mismo tiempo era una protección más férrea que cualquier armadura y todos los que se quemaban allí debían volver despavoridos y resignados a los brazos de alguna gordita cariñosa que curara sus heridas.

Con mis amigos admirábamos el prodigio y ni pensamos en la falta de capacidad que teníamos para conseguir ese premio más valioso que el gordo de navidad, año nuevo y reyes juntos: simplemente el ardor de esa hembra nos cegaba. Cuando ya lejos de esa presencia que perturbaba el juicio pensamos en las posibilidades que había de que alguno de nosotros hubiera conseguido el número ganador, convenimos en que las chances eran las mismas que las de ver a Miles Davis en MTV. Fue por eso que cuando nos enteramos de que el sorteo había favorecido a un sujeto muy cercano a nosotros (-setenta y un mil seiscientos ochenta y cuatro-, -ubicación unoooo-, -¡una ninfa vestida de neeeeeeeegro!-), no pudimos hacer más que envidiarlo hasta el infinito y más allá.

Luego de conseguir la rendición de la invicta muñeca, tras, imagino, cruentísima batalla, el afortunado se pavoneó durante varias semanas en el subsuelo, luciendo su trofeo, que cada noche parecía más atractivo. Para nuestra tortura, aparte de su “talento” natural, ella se las ingeniaba para ataviarse cada noche de formas más llamativas, con vestidos escotados, ligas y pelucas de todos los colores y formas. Era increíble la habilidad que tenía para calentar a todo el mundo: su fuego parecía sacado de un catálogo de lencería erótica y sólo nuestro conocido podía comer aquel manjar.

Entonces, por supuesto, comenzaron las preguntas respecto de las habilidades sexuales de la muñeca y otras cosas más que satisfarían nuestra libido en la soledad, pero la respuesta que tuvimos fue por lo menos decepcionante, e incluso a algunos nos llenó de terror. Al parecer la imagen de objeto de pecado deleitable que ella nos brindaba era falsa, dado que luego de varias semanas de intentarlo, nuestro conocido no pudo conseguir que la pretendida ninfa cumpliera con la promesa que con su vestimenta parecía haberle hecho a toda la audiencia del subsuelo (o sea, la de ser una especie de bestia en la cama). Lo peor, según lo que se nos contó, fue que pretendió decir que era virgen a los 24 años, y que no estaría dispuesta a darle placer a ningún hombre hasta que este le demostrara, vaya uno a saber de qué forma, amor, compromiso, etc.

Nosotros estábamos decepcionados por todo esto pero, por supuesto, no tanto como aquel que estuvo a punto de probar el fruto prohibido y se dio cuenta de que sería amarguísimo. Con las pelotas hinchadísimas de esperar a que ella se dignara al menos a ser una mujer normal en la cama, ya ni soñando ni con ese fuego que prometía ser el del Monte del Destino, si no que conformándose con que fuera el de una hornalla, nuestro conocido le cantó las cuarenta a la chica y la mandó a la mismísima mierda. Pero ahí no termina la historia, porque lo peor, lo que más desentronizó a la pretendida diosa, ninfa, muñeca, fue que tardó en entender que quien había vencido sus defensas tan tenaces ya no quería darle pelota (seguramente desacostumbrada al desprecio) y comenzó a perseguirlo por tierra, aire y mar.

Fue esa una mala etapa para nuestro conocido, que tuvo que transformarse en un maestro del disfraz para poder escapar de la ninfa acosadora. Ella aparecía en su casa, en su trabajo, en la cama cuando estaba con otras minas, en su teléfono, en sus sueños (cual Freddy Kruger) y por último en su propia cabeza. El desdichado tuvo que ponerse aún más enérgico y explicarle que cuando a alguien lo mandan a la mierda eso no puede ser interpretado como una señal de afecto. Al parecer ella dijo entenderlo, pero siguió rompiéndole las pelotas durante mucho tiempo más, hasta que al pobre, hipertrofiado testicularmente, no le quedó otro remedio que dejar de ir al subsuelo para siempre.

Esta es una prueba de los grandes riesgos que tiene la catacumba para la salud genital de sus concurrentes. Es difícil sobrevivir tantos años allí abajo sin perder la cordura para adaptarse al entorno. Pero no crean que la historia de la muñeca termina aquí, su presencia mítica en el sótano es tan prolífica en anécdotas, que es merecedora de una segunda parte, que podrán leer en la próxima entrega. Mientras tanto, temed.


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