lunes, agosto 03, 2009

Paul Pauls y las elecciones

Paul Pauls y las elecciones

Por Humberto Steinberg



Poco tiempo después de que publicáramos la nota dedicada al trabajo crítico de Paul Pauls con las letras del rock argentino, recibimos un paquete en el que el nombre del genio figuraba en el remitente. Primero nos emocionamos, porque pensamos que querría devolver el dinero que habíamos invertido en su trabajo inconcluso, pero luego comprobamos que aunque no había remitido ni un centavo, adentro había algo casi tan valioso como aquella centena de pesos: un trabajo de análisis sobre las elecciones. En las próximas páginas, podrán ver un breve resumen de este gran informe, con algunas anotaciones y correcciones hechas por la editorial.


La conciencia de que la clase media porteña es un conteiner de ignorantes semiletrados pretenciosos al borde de la xenofobia que prefiere conformarse con desperdiciar su existencia, como si fuera un rollo de papel higiénico, en costumbres inútiles pero cómodas que le permitirían gastar sus 90 años en la tierra sin la necesidad de sacar su vida del piloto automático cotidiano, me vino a los cuatro años más o menos. Me acuerdo de que estaba en un bar con mi papá y que un tipo con el diario del día en la mano comentó “este Illia es una tortuga, hay que sacarlo”; yo me di vuelta, dije en voz alta “este tipo es un pelotudo”, y sin agregar nada más me fui directo al baño. Casi cincuenta años después de eso, la clase media parece no haber avanzado un paso, sino más bien haber retrocedido a un nivel tan elemental, que los chimpancés cuando los miran deben decir “mirá qué idiotas”.

(...)[1]

Hace poco tiempo leí en esta revista que [][2] Steimberg había publicado una serie de notas que yo había hecho para un texto que quedó inconcluso. En ese trabajo, literalmente, atacaba[3] el contenido estético de la obra de ciertos artistas del rock nacional, a los cuales encontraba demasiado estúpidos y poco esforzados en su producción[4]. Asimismo había asociado los no demasiado estimulantes resultados de esas letras con un gusto empobrecido de la clase media. En realidad, considerando que nunca el gusto del promedio de la clase media ha tenido una riqueza como para hacer una fiesta con alcohol y putas[5], sería más preciso decir que había puesto en relación la pobreza estética de ciertos rockeros argentinos con un paladar aburguesado al borde de la miseria. Es justamente ese amor de la ciudadanía semipudiente porteña por cualquier cosa que no pueda ser tomada en serio lo que quiero analizar en este breve trabajo, enfocando sus problemas de raciocinio en el último proceso electoral que vivió el país, y que yo pude seguir a miles de kilómetros tomándome una piña colada, mientras me alegraba por estar a miles de kilómetros tomándome una piña colada.

Comencemos a ver el discurso de aquellos que fueron mis vecinos hasta hace poco y que ahora cambié por unos mucho más cultos indígenas que caminan en pelotas. Lo primero que gritaron muchos de los que eligieron a la fuerza que más votos sacó en la capital (difícil decir “ganadora”, siendo que perdió casi 15 puntos respecto de la última elección) es que querían un “cambio” por una política “menos autoritaria”. Lejos estoy de querer defender a la fuerza progresista que con su política revolucionaria ha mejorado las condiciones de vida de los sectores más necesitados de nuestro país (los accionistas de trenes y subtes, la General Motors, y los empresarios que manejan el casino de Puerto Madero, que han sido valientemente defendidos de los peligrosos ataques de sus empleados, codiciosos de vivir un poco mejor que en la Edad Media), pero digamos que hablar del “PRO” como un cambio, es un tanto ilógico[6]. Pensemos que, primero, esta fuerza gobierna la ciudad desde hace dos años... por lo tanto, un cambio en la ciudad sería votar a otro partido, y no al que ya está en el poder (siempre y cuando consideremos el verbo “cambiar” de esa manera tan conservadora que lo entiende como “Dejar una cosa o situación para tomar otra”). Por otro lado, si tenemos en cuenta que la “fuerza de cambio” se apoyó en las espaldas de Felipe Solá y en gran parte del aparato peronista de la Provincia de Buenos Aires, aparato político que gobernó el país desde, por lo menos, 1989, entonces habría que poseer una gran imaginación para entender que este partido viene a modificar algo, salvo que ahora supongamos que el PJ bonaerense quiere transformar una estructura de poder que le ha venido como anillo al dedo y le ha permitido chorear desde que el hombre usa taparrabos. Pero me corrijo: no hay que tener mucha imaginación para pensar esto: hay que ser un pedazo de pelotudo[7].

Vayamos al segundo punto, el del autoritarismo. Es cierto que los que gobiernan el país han cerrado la Plaza de Mayo a las manifestaciones estudiantiles (algo que no hizo ni Menem) y que ha intentado presionar a los trabajadores de los subtes, entre otras cosas[8], pero veamos un poco a los paladines que vendrían a defender al pobre electorado de clase media alta y alta porteño. Mauricio ha sido el continuador de una de las más bellas tradiciones de la derecha mundial: el de las fuerzas de choque paramilitares o parapoliciales. No queriendo ser menos que Mussolini o Hitler (dos héroes provenientes de dos de los países más desarrollados del mundo, y que deben ser un ejemplo para que nuestra república crezca), el mandamás del PRO nos ha regalado una suerte de patrulla urbana que nos defiende de los más grandes peligros de la ciudad, como por ejemplo los sin techo o una viciosa huerta orgánica del barrio de Caballito. Así, tal cual lo hicieron los camisas negras en Italia o las SS en Alemania, estos simpáticos jóvenes maltratan con cariño a aquellos terribles enemigos del orden público, y nos mantienen a salvo de su presencia nefasta, que podría hacer que brillara menos el pulido de nuestros Mercedes.

Claro, ud podría pensar que “a mí me chupa un huevo: a mí no me pegan porque no soy pobre, así que si quiere revivir la AAA incluso, que la reviva”. Pero bueno, entonces no se queje del autoritarismo ajeno.

Otro item PROsista amado por la clase media, casi más que la tele o el dinero, es el de la palabra mágica “seguridad”. Quien pronuncia esta voz mística y arcana encantará al facho porteño, al comerciante y al taxista como si fuera un poderoso hechicero o un vendedor de merca parado ante Pipo Cipolatti. No importa si ud ha asesinado, robado o estafado, incluso no importa si ud ha asesinado, robado o estafado a la misma persona que lo está escuchando: este ente histérico y miedoso semipudiente porteño lo adorará como si fuera un dios, lo creerá su salvador y le prenderá velas a sus estampitas con sólo escuchar esas cuatro sílabas. Hay quienes incluso quieren hacer una lectura cabalística de los discursos de los políticos de la derecha para encontrar cifra secreta que debela la verdadera palabra de la seguridad, aquella que está perdida dentro de esos místicos monólogos electorales y que, una vez pronunciada podría hacer que un golem / angel de la guarda(espaldas), armado con una AR-15, nos proteja en todo momento.

Demás está decir que no importa que las promesas de seguridad no sean tan fácilmente cumplibles, ni que tal vez el discurso de la inseguridad esté un tanto inflado, ni que las condiciones propias de la vida urbana en una ciudad superpoblada con problemas de desigualdad hagan de los delitos algo imposible de eliminar. Quien dice “seguridad” se exime de tener que dar un plan concreto respecto de cómo va a hacer que el crimen baje, y tras el encanto de la magia de derecha podrá anunciar contrataciones mulitudinarias de personal policial, sin explicar de dónde va a salir el dinero para pagarles ni quiénes serán estos nuevos efectivos. Este último punto es muy interesante para resaltar el poder de estos ilusionistas de la seguridad sobre la no muy brillante clase media: normalmente, al poco tiempo de hacerse conocida la decisión de tomar nuevos agentes del orden, el público se entera de que han sido cuidadosamente seleccionados de entre lo peor de lo peor de lo peor. Uno podría llegar a entender que la pequeña burguesía porteña no se preocupara por que aquellos que deberían cuidarlos hubieran cumplido no muy decentes tareas durante la dictadura… ahora, que la mayoría de los nuevos policías saliera de las purgas de otras fuerzas (algunas tan prestigiosas como la bonaerense) y que estén sospechados de haber estado implicados en robos, en secuestros y asesinatos debería llamar la atención, al menos levemente, de aquellos que se van a sentir seguros con estos tipos como protección. Si no la llama, es porque están con la cabeza tan quemada por Tinelli que ya ni saben dónde tienen los pies ni dónde el culo[9].


Por cuestiones de espacio, no pudimos incluir el artículo de Paul Pauls completo. Quedan muchas consideraciones sobre el gobierno nacional (“que mueve las elecciones más que el fixture de los torneos de la AFA”) y sobre “la nueva fuerza patriótica conservadora derechista y oportunista” (Acuerdo Cívico y Social). Todas ellas serán incluidas en futuros informes, debidamente editadas y anotadas, para que nuestros lectores puedan enriquecerse con los incisivos y tal vez un tanto excesivos análisis del poeta de la crítica literaria y cultural.


Humberto Steingberg ha publicado numerosos trabajos de semiótica y análisis del discurso aplicados a personajes infantiles y populares, entre ellos “Los Tres Chiflados y su simbología en la Revolución Cultural China” y “Celeste, siempre Celeste y el furor por el 1 a 1 en épocas de menemismo”



[1] Aquí salteamos una serie de referencias poco elegantes que hace el autor respecto de la posibilidad de que la clase media le practique sexo oral (dicho de una manera bastante menos elegante) N de E.

[2] Decía “el pelotudo de Steinberg”, creí preferible no incluir este exabrupto.

[3] Decía “me pasaba por el forro de las pelotas a Calamaro y a Memphis”, pero nuevamente corregimos el léxico para que no resultara tan chicante.

[4] Esta es la última nota que pongo, uds ya se imaginarán la clase de cosas que dijo y con qué tono.

[5] Esto lo dejamos porque llegó el día de publicar y no se me ocurrió cómo cambiarlo. Si hubiese tenido un rato más, hubiesen leído algo como “el promedio de la clase media jamás se ha destacado por tener un gusto refinado” *

*Ahora que releo, creo que debería haber puesto la frase que está encomillada en la nota anterior, que servía perfectamente y no era de mal gusto como la que está en el texto, pero ya es tarde.

[6] Dije que no iba a aclarar más las notas al pie.

[7] Esta no la modifiqué, porque estoy de acuerdo.

[8] Esas otras cosas no incluyen el tema del campo, por el solo hecho de que hay que ser muy ignorante para obviar que el campo también es terriblemente autoritario, de hecho, no ha habido sector más autoritario en la Argentina que el de los terratenientes.

[9] Esta se pasó, juro que la había corregido por “trasero”



VOLVER

No hay comentarios.: