Por Joan Auteur
Nota: para los que no lo saben, Roland Barthes es el autor de “la Muerte del Autor”, un artículo que enuncia la difundidísima idea de que debe dejarse de buscar a quien escribe como fundamento de los textos (“textos” nunca “obra”), dado que el sujeto se pierde en la escritura y en el lenguaje, que sería, en última instancia la fuente de la producción literaria.
En mis años como académico en diferentes universidades he tenido que presenciar y tolerar numerosas revueltas e insurrecciones de los estudiantes, algunas bastante justificadas, como los pedidos de mayor presupuesto, la actualización de los planes de estudio, o las que solicitaban el fusilamiento de Shuberoff;[1] otras no tanto, como aquella que hoy me toca comentar: el contacto postmortem con Roland Barthes.
Tal vez el lector no esté al tanto de cómo se desarrollaron los hechos, así que antes de dar mi comentario, pasaré a describir, brevemente, las características del atentado. Un grupo de jóvenes violentos, autodenominados “Binarismo o Muerte”, había pasado semanas realizando diferentes acciones de muy dudosa moral, tales como un monumento a Gilles Deleuze en una sesión de psicoanálisis, una pegatina de afiches mostrando a Nietzche como fan de Jonas Brothers, y el pedido de que incluyan un seminario sobre Paulo Coelho y Bucay en la carrera de Letras de la UBA. Asimismo, algunos profesores, aterrorizados, hicieron saber al mundo que un graduado, afiliado a la agrupación de inadaptados, había presentado una tesis de doctorado en la carrera de historia asegurando que Felipe Pigna y Félix Luna eran dos respetadísimos exponentes[2] de la historiografía argentina. Pero nadie iba a suponer que el vandalismo iba a llegar al extremo absurdo que alcanzó en los últimos días.
Un joven miembro de la agrupación publicitó una serie de sesiones de espiritismo, diciendo que se trataba de una “experiencia alternativa” del uso de una “ciencia nomádica que no respondía a los patrones fijos del utilitarismo y de la repetición del conocimiento académico”. Hasta ahí, nada llamativo pero, ante la preocupación de toda la comunidad universitaria, estos muchachos, poniéndose en riesgo a sí mismos y a sus compañeros, redoblaron la apuesta y propusieron, cito textual el cartel que pusieron en el patio de la sede de la facultad de Filosofía y Letras, “charlar con Roland Barthes en vivo (o en muerto, mejor dicho)” Pero, todavía más, anunciaban que iban a conversar con el espíritu del teórico respecto de su “obra”, mostrando claramente el carácter casi perverso de la práctica desarrollada.
Según lo que me ha sido revelado por algunos infiltrados que pudieron observar el asqueroso ritual, los miembros de esta secta se congregaron a la sombra de la sede de la UADE, lugar elegido como una suerte de encarnación de la perversión académica[3]. Los participantes se sentaron en el suelo y rezaron una plegaria a Levi´s Strauss y a Saussure. Luego, comenzaron a beber fernet y a danzar, mientras entonaban cánticos que adaptaban a ritmo de cuarteto cordobés los postulados de Platón, Kant y Hegel. En un momento siguiente, volvieron al suelo, se tomaron de las manos, tiraron una serie de tubérculos en el medio de un círculo formado por sus cuerpos, e invocaron a Roland Barthes.
Mi informante comentó que, en un comienzo, se escuchó una voz confundida que le preguntaba a los jóvenes acerca de lo que estaban buscando. “Que nos enseñes”, habría respondido uno “Ya hemos leído mucho de ti, queremos el resto de tu sabiduría”, completó obscenamente. “No han leído nada de mí, yo nunca escribí nada”. “¿Y todos esos libros que llevan tu nombre?” “Se escribieron solos, si leyeron esos textos, sabrán que no tienen autor: no rompan las pelotas”.”Entonces hagamos esto, don Roland, cuéntenos algunas cosas, nosotros tomamos nota y sacamos un nuevo libro sin que ud. lo escriba.”. “Perfecto, es lo que siempre me gustó hacer: producir un montón de textos que salgan en un libro que no fue escrito por nadie”
Al parecer, los muchachos registraron digitalmente las consideraciones del difunto y luego se las dieron a un desgrabador que trabaja para el centro de estudiantes de la facultad de Filosofía y Letras con el fin de que pasara a texto el audio, previa promesa de no violar la voluntad “barthesiana” de “no autoría”. Pero los jóvenes esoteristas, por lo que me han informado, no tienen pensado respetar su juramento y, como un supremo acto final de vandalismo, planean publicar un libro titulado “Charlas de ultratumba con un autor muerto: palabras póstumas por Roland Barthes”.
No tengo que señalar que la comunidad académica debe impedir la venta de un libro que llega a tal nivel profanación respecto de la obr... digo de los dichos... digo, de lo que puso su aut... No tengo que señalar que la comunidad académica debe impedir la venta de este libro. Las ideas se promueven allí pueden hacer que la crítica literaria retroceda un siglo casi, y todos uds. saben el daño que eso le puede hacer a la humanidad: la gente podría llegar a creer que la literatura sirve para expresar sentimientos, para dar un mensaje o enseñanza o, aún peor, puede terminar pensando que Federico Andahazi escribe bien.
Por todo esto es que debemos unirnos en pos de eliminar a estos bandidos del conocimiento. El principio básico para no perder todo lo que conseguimos en décadas de lucha debe ser este: evitar que la crítica se transforme en una parapsicología literaria donde importe mucho más una sesión de espiritismo para charlar con muertos que el trabajo con los textos. Estamos corriendo el riesgo de que se creen cátedras de mediums que traten de contactar con Proust para preguntarle en qué se inspiró para hacer “En busca del tiempo perdido”, y que luego pretendan descubrir la verdad del mundo en La Divina Comedia, para más adelante llegar a extremos tan lamentables como el de hablar con Saint Exsupery con el objetivo de que escriba “El principito 2” y hacer de este libro el próximo éxito de ventas en lugar de la biografía de Jaime Baily. Sé que una cosa parece no tener relación con la otra, pero créanme, están muy vinculadas.
Para cerrar, quiero solicitar a la comunidad intelectual que esté atenta respecto de los peligros que estoy señalando. Ya no podemos pretender que el hombre común conozca a Joyce, a Artaud, a Benjamin o a Derrida, es más, nos hemos resignado a que ni siquiera conozcan a Cervantes o a Shakespeare, pero si dejamos que el vandalismo estudiantil prosiga, terminaremos con Chiche Gelblung como parte del canon literario o con la UBA lanzando ediciones críticas de las obras completas de Mariano Grondona. Estén preparados para la lucha que viene, y si no les parece que el riesgo es suficiente, piensen esto: los que hoy buscan a un autor de ultratumba, mañana serán los profesores titulares de las cátedras de la universidad.
Joan Auteur, filósofo y crítico literario francés, ha trabajado intensamente con diferentes teorías literarias. Fervoroso defensor de los análisis textuales inmanentistas, ha publicado libros tales como El nirvana del autor y No me digas quién sos, porque no me interesa.
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