Conmoción en la farándula
Grupo religioso fundamentalista fanático de las mulitas asesina a Charanguito.
Nicolás Repetto financiaría el sepelio de de su antiguo empleado.
Era una noche típica en la comisaría en la que trabajaba. En una celda vacía, hacíamos nuestra clásica competencia para ver quién escupía mas lejos y se daban las habituales riñas entre algunos participantes y apostadores que estaban molestos por los fraudulentos resultados de alguna medición. De hecho, recuerdo los gritos de uno que le decía a otro: “no, ese garzo no es tuyo la puta que te parió, fijate que es muy verde y que el que está medio engripado soy yo, no vos ¡Sos un hijo de puta: ese es mi garzo! ¡Sí, el que ganó!”
Estaba a punto de participar en la contienda cuando el sargento me vino a buscar para avisarme que tenía que ir a un departamento en el que habían encontrado a un muerto. Yo me encabroné, porque sentía que estaba muy bien preparado para la competencia y que iba a ganarme toda la guita que había en juego así que el dije:
-Sargento, con todo respeto, ¿no ve que estoy a punto de convertirme en el campeón de la comisaría? ¿No le parece que interrumpir el momento que puede ser el más relevante de todos los que he tenido en mi vida, superando incluso al nacimiento de mi hijo, mi casamiento y el último capítulo de Resistiré, por un simple homicidio es una falta de respeto?
El sargento me miró con una expresión que reflejaba todo el amor, la comprensión y el afecto que tienen los suboficiales de esta noble fuerza que es la policía bonaerense y me dijo
-Lo entiendo, m´hijo, pero el deber es el deber. ¡Vaya y cúmplalo!
Unos días después me enteré que ese sargento ganó la competencia y que temía a mis habilidades en el arte del escupitajo. Pero eso no es lo importante, sino aquello que encontré en el departamento que tenía que investigar.
Llegué al lugar del hecho pasada la media noche junto con mi compañero. Ya en la entrada del departamento había signos extraños: una especie de pira hecha con una docena de charangos estaba todavía ardiendo y una colección de cds de Jaime Torres, el popular charanguista, compartía el mismo destino que los instrumentos.
Penetramos en el departamento, temerosos de lo que podíamos encontrar. En el pasado yo había estado en el lugar del crimen de algunos asesinatos rituales. De hecho, todavía recordaba con estupor una ocasión en la que encontré el cuerpo de un pobre hombre al que habían disfrazado de Mr. T. y que había muerto de inanición dado que el peso de los collares que portaba no le permitía levantarse para comer. [1] Pero nada me había preparado para lo que realmente iba a pasar.
Luego de caminar unos pasos encontramos el cadáver de una de las figuras más importantes de la historia de nuestro país: muerto ante nosotros estaba el mismísimo Charanguito, aquel que había trabajado en el revolucionario programa de Repetto. Mi compañero, que había crecido viendo “Nico”, no pudo evitar romper en lágrimas y abrazar al occiso mientras le gritaba al cielo: “Decime cuál, cuál, cuál es tu nombre”. Debo decir que yo también me conmoví, dado que no comprendía el motivo de tal pérdida. Pensé en lo que habían sentido otros policías del mundo cuando encontraron muertas a otras figuras de similar importancia a la que yacía frente a mí como John Lennon, Ghandi y Martin Luther King pero, entonces, me di cuenta de que yo era un hombre de ley y que debía superar el golpe para poder regalarle al pueblo argentino la justicia que merecía este caso. Tomé a mi compañero, que estaba sacando su arma reglamentaria para quitarse la vida, y lo abracé.
-Está bien, está bien –le dije-, pero no dejes que el dolor te domine.
-Quiero morir –me respondió mientras golpeaba un charango que estaba cerca del cuerpo del muerto.
Luego de unos minutos pude calmar a mi compañero. Entonces pude notar que el fallecido tenía una marca en el cuello que indicaba que lo habían ahorcado con una cuerda de su propio instrumento. Busqué aquel charango que mi colega había golpeado y noté que le faltaba una cuerda, pero había algo más: en el interior de la caja de resonancia, hecha con el caparazón de una mulita, había una hoja escrita.
Para poder acceder al papel, tuve que destrozar el charango. Entonces pude leer la nota que está incluida completa en el próximo párrafo. La misma fue escrita por los miembros de la “Sagrada Orden de las Mulitas del Apocalipsis”, una secta que había matado a Charanguito por motivos religiosos. A continuación, podrán leer el texto íntegro, tal cual lo encontré en el interior del instrumento.
“Buenos Aires, a los 10 días del mes de abril de 2003.
A quienes lean la carta.
Con este acto de justicia damos por comenzadas nuestras actividades de purificación de la humanidad. Tal vez uds. piensen que somos un grupo fundamentalista de asesinos, pero nada de eso. Nosotros seguimos la doctrina de la mulita, que será aquella la que nos lleve a la salvación. Este dogma está basado en la historia de los tres enanos de Blaàk Shabbáth, un relato que aparece en algunos de los Pergaminos del Mar Muerto que fueron escondidos por la Iglesia Católica.
Según esta narración borrada de la Biblia, un trío de enanos caminaba por el desierto del Sinaí cuando, de súbito, se encontraron con un charango enterrado en la arena. Uno de ellos, maravillado por la extraña caparazón de mulita que tenía el instrumento la extrajo del suelo y, sin querer, lo golpeó. El sonido del golpe se amplificó por la caja de resonancia; los enanos se maravillaron ante ese fenómeno y se dieron cuenta, por razones equivocadas, de que estaban ante un instrumento musical.
Así, sin prestarle atención a las nueve cuerdas que hacen evidente el hecho de que el charango es justamente un instrumento de cuerda, los enanos pusieron rienda suelta a su inventiva musical experimental[2]. Tanto golpearon el pobre instrumento, que terminaron partiéndolo y, entonces, ocurrió el milagro.
El espíritu de la mulita cuyo caparazón había formado parte del charango despertó y les habló a los asustados enanitos.
-Escuchadme, temerosos mortales –dijo el espíritu del animal-. Esta es la advertencia que nuestra especie, la más amada por Dios de entre todas las que creó, le dará a los humanos:
“Vosotros habéis utilizado nuestras caparazones para fabricar vuestros infames instrumentos de cuerda, habéis exterminado a los nuestros en nombre de la música y eso no nos gusta, y si no nos gusta a nosotros, Dios no está contento con eso. Les advertimos, abandonad la fabricación de charangos y matad a todos los charanguistas como una forma pedido de perdón en nombre de la humanidad. Si no lo hacéis, veréis nuestra venganza llevarse a cabo, y experimentaréis por vosotros mismos nuestro sufrimiento. Y no penséis que no tenemos poder para hacerlo: somos las mascotas preferidas de dios.
¡Vosotros creéis que nosotros nos hacemos pelota para defendernos de nuestros enemigos pero no es así! ¡Cuando dios tiene ganas de jugarse un picado y no tiene pelota, nosotros adoptamos esa forma para que Él tenga un balón apropiado! Por eso Él nos ama tanto y nos ha dicho que nos ayudará en nuestra lucha contra el abuso de los humanos. Por eso nos ha dado el poder del Mulita-Zor, a través del cual todas las mulitas del mundo podemos fusionarnos en una, como si fuéramos los power rangers, y unidas en ese gigantesco megaser que será toda nuestra raza, nos haremos pelota y rodaremos por el mundo aplastándolos a todos.
Pero eso no será todo y ni siquiera lo peor, porque la muerte nos llega a todos, tarde o temprano. Una vez muertos, utilizaremos vuestros cuerpos para hacer nuestros propios instrumentos de cuerda y conoceréis la humillación que sentimos. ¡Cómo lo disfrutaremos! ¡Cuánta será nuestra dicha mientras toquemos canciones del Club del Clan, de Jazzy Mel y de Vilma Palma e Vampiros, y otras aún más horribles, si es que eso es posible, con vuestros cuerpos!
Pensadlo, humanos. Abandonad los charangos, matad a los charanguistas, entonces podrán liberarse de ese destino funesto que os espera. Así se evitarán el dolor que sentirán vuestras almas, al saber que eternamente vuestros cuerpos serán utilizados para que resuene esa horrenda música. Temed, porque nuestra es la ira de dios.”
Y así es el texto: no les he mentido en lo mas mínimo. Intenté que mis superiores tomaran cartas en el asunto, pero cuando les avisé me dijeron: “Para evitar esto tenés que meter los dedos en el enchufe”
Ingenuo yo, lo hice y quedé internado durante dos semanas. Luego de recuperarme, me di cuenta de que me habían querido matar y de que había algo feo atrás de todo este asunto, algo que todos están tratando de tapar. No sé qué es lo que se oculta, pero me sentí en la obligación de avisar al mundo sobre este grupo peligroso y me parece que esta respetable publicación, famosa en todo el planeta y leída por las figuras políticas más influyentes del globo, era la ideal para hacerlo. Ahora están todos al tanto; puedo descansar: mi misión está cumplida.
[1] Este fue parte del famoso caso de la secta de fanáticos de Brigada A, que con estas acciones reprobables pedía que se volviera a emitir esa popular serie de los 80´s. Nota del Autor
[2] Resulta evidente que esos enanos deben haber sido unos pelotudos. Nota del Autor
sábado, septiembre 13, 2008
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