sábado, septiembre 13, 2008

Entrevista a Tom Mizaki

En una entrevista exclusiva, Tom Mizaki prendió el ventilador:

“El Niupi era un cabaret”

Denuncia camarillas, doping y arreglos en los “Supercampeones”

La entrevista reveladora que voy a comentar ocurrió casi de casualidad, en el bar de mi amigo hippie Marcelo. Me encontraba allí sentado, comiendo unos fideos con champignones; noté que tenían un gusto raro y le dije a mi amigo”Che, ¿sabés que esto tiene un gusto espantoso? ¿Qué le pusiste?” “Vos quedate tranquilo”, me respondió. “En vez de chapignones le puse otros hongos, vas a ver que en un rato te acostumbrás.”
Al principio me preocupé por lo que dijo Marcelo. ¿Cómo sabía él que los hongos no eran venenosos? Pero bueno, tenía hambre y estaba comiendo de arriba, así que no me puse a hacer ninguna historia.
Seguí con mi alimentación cuando, de pronto, noto a un tipo que estaba sentado en una mesa cercana a la mía que no había visto antes. Era un tipo de unos 30 y pico, más bien gordo y que llevaba una remera blanca con una N a la altura del corazón que le quedaba notoriamente ajustada. La cara me era familiar: tenía los ojos muy grandes y casi no parpadeaba; su pelo era marrón y tenía una sonrisa muy estúpida que no se le borraba nunca. De todas formas, no podía ubicarlo bien. Pensé en un viejo amigo mío de la primaria, José, pero después me acordé que me habían contado que hacía unos años se había ido para Chile y que había vuelto con el apodo de “la turca”, traviesa, te da mimitos con la boca sin globito 10$ 4998-5687 de 20 a 6hs. Entonces tuve que descartar que se tratara de José.
Al toque pasó algo que me llamó notoriamente la atención. Un pibe se le acercó y le pidió un autógrafo. El gordito lo firma y el chico se va contento, cantando una canción de cancha que reconocí de inmediato: “¡Niupi, Niupi ganará! ¡Hurra, hurra, ra, ra, ra! Eso me hizo un click en la cabeza, pero todavía no reconocía al sujeto. Entonces me di cuenta de que Marcelo tenía un ayudante que no había visto antes, y eso es raro, porque no cualquiera tiene de ayudante a un oso panda que habla con carteles[1]. El animal, le tiró al chico un letrero que decía “Amargo, salí de acá que somos todos del Franco-canadiense”, pero no le pudo pegar.
El pibe salió del bar ileso y el extraño con la remera blanca rió. Entonces dijo, con tono sobrador, “Franco-canadiense, ¡pst!, los teníamos de hijos”. Luego golpeó la mesa con la botella de ginebra que estaba tomando y empezó a cantar: “Olé, olé; olé, olé, olá, Steve y Richard no nos ganan nunca más. Olé, olé; olé, olé, olá…”
En ese momento tuve una regresión a un momento de mi vida que había olvidado. Me vi a mí mismo en una tribuna, cantando la canción que cantaba el chico del autógrafo. Entonces aparecía un niño morocho con la casaca n°10, driblando a sus rivales, uno, dos, cinco, siete. Le sale otro jugador, todavía está en la mitad de la cancha y se la pasa a un niño de pelo marrón, con la 11, que patea al arco y convierte un soberano gol. Yo grito el gol y grito, también, el nombre de su autor: Tom Mizaki.
De vuelta a la “realidad”[2] me di cuenta de que estaba llorando de la emoción por ver a mi ídolo. Es cierto, aquel engordado y envejecido hombre que estaba sentado a dos mesas de mí, era el autor de aquel gol (y de muchos otros). Me levanté sin darme cuenta de que estaba riendo frenéticamente y fui al encuentro de Tom.
Al pobre lo habían agarrado entre el panda, un tipo vestido con una especie de armadura verde con un casco con la forma de la cabeza de un dragón y otro chavón, enmascarado, con un smoking, capa y galera. Juntos le pegaban mientras le gritaban “El Franco-canadiense manda, hijo de puta; danos la camiseta, cagón”.
Al ver que mi ídolo estaba en problemas, le dije a Marcelo que lo soltaran y que lo dejaran irse del bar: yo pagaría por la ginebra que Tom había tomado. Marcelo se empezó a cagar de risa y me dijo: “ok, ok. Lo que vos digas. ¿Estuvieron ricos los fideos?”.
No le respondí. Pagué la cuenta, rescaté a Tom de los barrabravas enardecidos y salí del bar. Ahí quedé frente a frente al genial futbolista que me estaba muy agradecido. A petición de él, fuimos a otro expendio de bebidas, donde conversamos hasta entrada la mañana sobre su vida y su carrera deportiva.
Al principio, me contó que estaba en Argentina para tratar de dedicarse a la dirección técnica. Al parecer, la Comisión de Actividades Infantiles de Comodoro Rivadavia (la CAI)[3], no estaba en buenas relaciones con su entrenador, y el estaba aquí para serrucharl… para ofrecerse a reemplazarlo.
Luego le pregunté por su carrera como jugador, dado que todavía estaba en edad de jugar. Me respondió que había tenido un incidente horrible con la FIFA, luego de que denunció ante un medio japonés que los jugadores de Alemania fueron para atrás en un partido ante Sri Lanka, que la selección teutona perdió 4 a 1. Según su relato, el arreglo fue más que evidente. El propio Karl Heinz Schneider metió, en contra de su valla, tres de los cuatro goles del equipo asiático (uno de ellos muy lindo, de mitad de cancha) La cagada era que ese partido era correspondiente a un grupo de un mundial juvenil en el cual estaba la selección nipona (con Tom) y que ese resultado (por demás inesperado) los dejó eliminados por diferencia de goles.
Luego de investigar, Mizaki se enteró de que los Sri Lankeses[4] tenían un arreglo con Havelange. Parece que durante una visita promocional del entonces presidente de la FIFA a ese país, lo encontraron empomándose a un conocido exjugador brasileño negro, que hace poco hizo una publicidad en la que confesaba que sufría de impotencia sexual, en el baño de un jardín de infantes que estaban recorriendo como parte de su agenda protocolar. Aparentemente, los dirigentes de la asociación de fútbol local juraron no contar nada de lo sucedido a cambio de recibir una manito sutil en el mundial de fútbol juvenil. Entonces, Havelange le tiró unos mangos a Alemania (que ya estaba clasificada) para que se dejaran perder en ese juego y el resto es historia. Tom se enteró, lo dijo en un programa de tele y, mágicamente, le dieron positivos cuatro antidopings seguidos.
Como noté que Tom se estaba bajoneando, quise llevar la conversación por otros rumbos. Le dije que me hablara de los momentos gloriosos del Niupi, de esa dupla con Oliver, de ese equipo unido y fantástico. La leyenda del fútbol me interrumpió apenada.
-Pibe- me dijo –.Eso era pura apariencia. No éramos un equipo unido, había camarillas constantemente, puterío a cada rato. El Niupi era un cabaret.
Luego me siguió contando las diferencias luchas internas del grupo. Al parecer, Oliver Atom jugó para atrás durante un tiempo para que echaran al técnico, lo secundaron Paul y Jonnhy.
-El quería que el técnico fuera el Bambino Veira- comentó Tom. “¿Te acordás del partido contra el Escocés?
-¡Si! Fue ese en el que tiró un tiro arriba del travesaño[5]
-¿Vos te pensás que fue un error? Oliver lo tiró a propósito. Era parte de las maniobras para que rajaran al DT. De hecho, una ves lo trajo al Bambino a una práctica. Yo me quedé sorprendido y le pregunté ¿Porqué quiere entrenar a un equipo de chicos de 12 años? El sonrió complacido, me tomó del hombro y dijo “Ya te vas a enterar”
Me quedé consternado por las declaraciones que estaba haciendo mi entrevistado. Pero no se quedó allí, siguió hablando y sorprendiéndome. Contó que una vez Bruce lo puso a Oliver en el vestuario porque le había robado unas pastillitas que usaba “para correr un poco más”.
-¿Entonces hubo casos de doping? –pregunté con ingenuidad
-Pibe- me respondió Tom sobrándome –,en un momento Oliver se driblaba a medio equipo contrario, pateaba al arco y se lo atajaban. Inmediatamente corría a un contrario hasta su propia área, le choreaba la pelota y volvía a picar hacia la meta contraria. ¡Y así jugaba los 90 minutos del partido! Si no está más drogado que Jim Morrison en un recital, ¿Cómo hacés para aguantar? Aparte, ¿No te das cuenta de que no parpadeamos nunca?
-Vos tampoco parpadeás
-Si, yo tampoco –me dijo apenado –.De todas formas, el antidoping me dio positivo porque había abierto la boca. Todo estaba arreglado para que nos diéramos con lo que fuera sin que saltara, “Así se mejoraba el espectáculo”. Por eso podías ver a Steve literalmente tirar a bajo un árbol con su tiro del tigre o a los Koreoto treparse al travesaño. Pero no se midieron las consecuencias de eso: una vez Steve le pifió al arco en una práctica y mató a un alcanzapelotas. El pobre pibe quedó irreconocible; lo velaron a cajón cerrado.
-¿Entonces es un mundo corrupto?- le dije, al borde las lágrimas.
-Sí, pibe. ¿No me estás escuchando? Te doy otro dato que dividió al equipo: ¿No te sorprende que siempre ganáramos los partidos difíciles sobre la hora? Bueno, había tongo, pibe ¡Tongo! Se arreglaban partidos. Algunos querían jugar en serio, como Bruce y Benji, pero los otros querían la guita de los premios por salir campeones y nada más. Eso generó peleas a muerte. Oliver una vez mandó a Patty, la jefa de la barrabrava, a que lo cagara a piñas a Benji para que dejara de protestar por los arreglos.
Yo estaba realmente consternado por lo que estaba escuchando. Ya no podía creer en la limpieza del fútbol. Tom, ya muy en pedo por la ginebra, se puso a balbucear palabras ininteligibles y se quedó dormido. Yo lo dejé solo. Pagué la cuenta de lo bebido y me fui, triste, por las calles de Buenos Aires. Ya lejos del bar, vi a un chico que tenpia una cola de mono patear una lata y gritar “gol”. Enojado con el mundo lo tomé del hombro y le dije “Nene, nunca seas como Tom”. Lo solté y ya no recuerdo mas nada de esa noche. Al otro día, me desperté en mi casa con un dolor de cabeza espantoso. Debo haber dormido mal.

[1] Gracias Rumiko Takahashi
[2] Las comillas fueron agregadas por el editor; no estaban en el original.
[3] Aunque no lo crean, es el nombre de un equipo de verdad. NE
[4] El gentilicio, probablemente, esté para el orto. Si algún lector es nacido en Sri Lanka, le ruego que me informe si es el correcto.
[5] Todos sabemos que en los Campeones ningún jugador manda una bocha arriba del travesaño.

No hay comentarios.: