Por Humberto Steinmberg
En un congreso intermunicipal sobre comunicación de masas, realizado en el lujoso sótano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés, justo al lado de donde el portero pone la basura antes de sacarla[1], fue llevada a cabo la ponencia del prestigioso Dr. Jacob Smith sobre “Formas de acercar un discurso un poco menos insufrible a gente de derecha”. La presentación, polémica y catalogada por algunos de “una pelotudez”, estuvo centrada en la posibilidad de generar medios de comunicación que acercaran al facho ignorante y al garca promedio algunas formas de pensamiento algo más aceptables para cualquier persona que considere a los pobres como algo al menos parecido a un ser humano.
“No me confundan”, aclaró en el comienzo Smith, “No estoy diciendo que podamos adiestrar a un tachero facho que escucha la radio Antena 3 toda la mañana para que piense que los bolivianos son gente con derecho a usar un par de medias, no me chupo el dedo: lo que digo es que es posible acercarles un discurso que al menos amenice el racismo y la discriminación de clase a niveles algo más tolerables y podamos reducir a un futuro Hitler a un mero Eduardo Feinmann. Por ejemplo, en un experimento hemos tenido buenos niveles de aceptación por parte de una serie de corredores de bolsa acostumbrados a leer Ámbito Financiero de la idea de que ´aumentarle el sueldo a tu empleada doméstica para que no se lo coma la inflación no es de comunista´.
Se podrían hacer, entonces, programas de televisión o artículos periodísticos de derecha en donde, sin proponer nada que suene demasiado marxista, peronista, de centroizquierda, se les puedan hacer llegar a esta gente con capacidades intelectuales diferentes o con serios problemas de hijadeputez crónica algunas ideas que, siendo todavía de derecha, al menos suavicen su contenido garca. Por supuesto, estos programas tendrían que ser parte de la grilla de canales de clara identificación derechista, tales como C5N, o en diarios como La Nación, porque sabemos que acercar a este público a medios un tanto menos fachos es difícil”
El estudioso de la comunicación afirmó que el producto que se utilice para atraer a los fachos a ideas un poco menos asquerosas debe tener gran cuidado en su presentación y en las noticias que se cubren. “No hay que confundirse, este no es un programa para gente que mira Encuentro, no podemos ponerle informes sobre la lucha de los pueblos originarios en Chaco o sobre una cooperativa en el conurbano bonaerense, a no ser que los presentemos como ´usurpadores y delincuentes´. Lo mejor es obviar estos temas e incluir otros que sean más del agrado del público de derecha, como por ejemplo noticias sobre la delincuencia, y trabajar con esos temas para ir despertando en los televidentes al menos una minúscula pizca de conciencia social, que es mejor que la nada.
Por ejemplo, podemos cubrir un asalto en un kiosco realizado por delincuentes de origen paraguayo. Al final de la noticia, confirmamos la nacionalidad de los ladrones pero aclaramos que “no todos los robos en la zona los hacen paraguayos”. Por supuesto, el espectador podrá pensar “sí, lo sé, también roban los bolitas”. Días después, ante el informe por un delito llevado adelante por personas de la comunidad boliviana, se podrá advertir “no todos los robos son llevados a cabo por bolivianos”. Ahí el mismo espectador dirá “no, también chorean los peruanos”. Nuevamente insistimos con noticias que sugieren no sólo que los ilícitos no son cometidos únicamente por extranjeros, sino que incluso hay argentinos que llevan adelante estos actos. En ese momento el televidente dirá “lo sabía, hay argentinos negros de mierda que chorean”.
Una vez llegado a este punto, en que el facho reconoce que la delincuencia no es un fenómeno de nacionalidad, es conveniente detenerse: ese es el límite inicial. Tratar de corregir el “negros de mierda” de entrada tal vez sea pedirle mucho al garca, que probablemente haya hecho un esfuerzo mental sin precedentes para entender que un argentino puede estar haciendo lo mismo que un boliviano o un paraguayo: Intentar que encima acepte que un negro[2] puede hacer lo mismo que un blanco es una exageración: tiene que aprender a gatear antes de que pueda correr”.
Por supuesto, la idea del afamado estudioso cosechó más críticas que elogios, en especial de viejos adversarios teóricos como el laureado poeta de la crítica Paul Pauls. Este último, en una videoconferencia por skype desde una isla ignota de la Micronesia, mientras recibía sexo oral de una jovencita de la cuál preferimos no saber su edad, no se mostró muy convencido con el proyecto de Smith. “¿Escuchame una cosa, pelotudo de mierda: a esos fachos del orto hay que meterles un fierrazo en la cabeza mientras nos cogemos a su hija rubia en uniforme de colegio privado, me escuchaste?”
Las polémicas declaraciones de Pauls generaron algo de indignación en el en el público presente y también en el investigador que presentaba el proyecto, que tildó al crítico de “pederasta” “drogadicto” y “alcohólico”. Pauls, por su lado, respondió “y a mucha honra” y terminó con la videoconferencia, no sin antes gritar “hacete culear”.
Smith, defendiéndose de diferentes críticas e insultos, presentó un caso de laboratorio, el que el llama “su mayor avance”. Trajo ante el público a un Skinhead que había sido curado de una profunda homofobia. “Yo creía que los putos eran una lacra como los judíos y los peruanos, pero después de un tiempo el Dr. Smith me hizo entender que muchos putos le tienen a los judíos y a los peruanos el mismo asco que yo”. El skinhead, conmovido, abrazó con emoción al científico y con voz quebrada agregó “Me enseñó que no son todos lo mismo. Que hay que diferenciar al puto judío y peruano del que no lo es. ¡Matrimonio igualitario para gays blancos[3]”
Algunos miembros del público aplaudieron la demostración, aunque tibiamente, dado que no sabían bien qué era lo que tenían que aplaudir. De todas formas hubo un grupo de entusiastas que decidió sumarse al proyecto, movidos por el sueño, tal vez utópico, de tener un mundo un poco menos facho. “Sé que va a costar”, comentó uno que tenía una remera que decía “nadie nace facho”, “Sé que vamos a tener que bancarnos decir muchas cosas que no nos gustan, como hacer un concurso de “negros de piel que son blancos de alma”, pero lo hacemos por su bien. Cuando veo la sonrisa de un facho que al fin pudo entender que el paralítico con síndrome de down sobreviviente de Malvinas que pide monedas en el subte no hace eso por vago, entonces creo que todo puede tener sentido”.
De acá en más quedan advertidos, lectores, de que algunos programas y artículos periodísticos que puedan llegar a ver en los medios propios de la gente garca y prejuiciosa (y muchas veces ignorante) es probable que ahora sean parte de esta campaña por tener fachos un poco menos asquerosos. Así que si ven un show llamado “Qué haría ud. sin su empleada doméstica” o el slogan “Antes de odiarlos, piense que a un argentino con documentos le pagaría el doble”, trate de aguantar un poco el asco y piense que hay gente trabajando para conseguir que algo más o menos cercano a la sensibilidad se despierte en los sectores más conservadores, garcas y reaccionarios de nuestra a duras penas tolerable (y porque no nos queda otra) sociedad.
Humberto Steinmberg ha publicado numerosos trabajos de semiótica y análisis del discurso aplicados a personajes infantiles y populares, entre ellos “Los Tres Chiflados y su simbología en la Revolución Cultural China” y “Celeste, siempre Celeste y el furor por el 1 a 1 en épocas de menemismo”
[1] Así y todo, está mejor que la gran mayoría de las aulas de la facultad de Sociales de la UBA
[2] “Negro” en castellano promedio de clase media semiracista, o sea, cabeza: “persona pobre o proveniente de sectores culturales considerados “bajos”, tales como villas o barrios de clase baja y media baja.
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