Al pueblo argentino:
El objetivo de la presente solicitada es el de aclarar los infundados e interesados ataques que nuestra organización popular tuvo que tolerar en el último número de la revista ¡Lo qué?, al publicarse una nota firmada por Joan Artoueur. En la misma se han realizado acusaciones demasiado graves como para que nos podamos quedar callados, porque vemos que nuestro pueblo es desinformado con el objetivo de desacreditarnos.
Ante todo, queremos dejar en claro que jamás nuestra intención ha sido perjudicar al conocimiento ni mucho menos lograr que gente de la altura Chiche Gelblung ingrese a la universidad: aunque hubiéramos querido, no contamos ni con el dinero (somos estudiantes de ciencias humanas y literatura), ni con un gato de muchos dotes mamarios pero pocos cerebrales que escriba poesía lírica, ni ningún otro medio estrafalario de atraer al popular periodista. Al mismo tiempo, no podemos dejar de expresar nuestro repudio por la consideración de que nuestras prácticas podrían llevar a una edición crítica de las obras completas de Mariano Grondona, porque de hecho consideramos que las ideas de Jean Artoeur son las que han conseguido propagar un relativismo cultural postmoderno que lleva a que todo sea lo mismo. Así se han revalorizado a autores del dudoso prestigio del fascista de anteojos e incluso se puede llegar a ver en la vidriera de una librería del barrio de caballito un libro suyo al lado de un ejemplar de Mil Mesetas de Delleuze-Guattari[1]. ¿Coincidencia? No lo creemos. A metros del negocio que exhibía a Grondona y a Delleuze juntos, en un poste, había pegado un cartel que publicitaba un curso sobre “Pensamiento Alfonsinista”. Más allá de la duda que este afiche nos dio, y que nos hizo preguntarnos de qué carajos estaban hablando, lo cierto es que, a la luz de estas evidencias, referirnos a nosotros en términos de terroristas es cuanto menos sospechoso.
También se nos acusa de otro tipo de atentados que alteran la paz. Si bien reivindicamos nuestro monumento a Delleuze psicoanalizado, como una acción directa que muestra nuestro grado de compromiso político con el país y con las causas populares, y también el afiche de Nietzche con los Jonas Brothers, porque nos parecía copado y súper posmoderno, no aceptamos los cargos por los pedidos de seminarios de Bucay y Coelho, ni los de la monografía hablando bien de Pigna y Félix Luna. Denunciamos públicamente esos hechos y acusamos a elementos infiltrados, probablemente relacionados con “extremistas deconstructivistas” o con el duhaldismo, que intentan difamarnos para poner a la opinión pública intelectual en nuestra contra.
Sospechamos que los mismos que hicieron los actos señalados pertenecen a los “sedentarios antinómades”, grupo de tareas disfrazado de antipostestructuralista que, con el fin de sabotear las legítimas protestas de aquellos que estamos luchando por un mundo mejor, ha realizado ya numerosos ataques extremos en búsqueda de justificar una posterior represión. Entre sus acciones de intimidación se encuentran las pintadas en contra de la marihuana en la Facultad de Filosofía y Letras, una carta anónima dándole a Eduardo Feinman la idea de empezar con la hijoputez de decir que los alumnos de la UBA que van a marchas no estudian, o el pedido para que Marcos Aguinis se convierta en guía espiritual de la literatura argentina. Dados los antecedentes que citamos, no resultaría extraño que hayan sido ellos los que llevaron a cabo los atentados que han sido falsamente adjudicados a nuestra organización.
Para terminar, queremos señalar que seguiremos realizando las sesiones de espiritismo con Roland Barthes, pero no para luego promover a que otros esoteristas perviertan la institución literaria, sino como forma de protesta para defender nuestros derechos avasallados. Amamos las biografías, somos ávidos lectores de ese género. Nos encantan los textos anecdóticos sobre los escritores y saber que Bajtin usó parte de sus originales para armar cigarrillos. Cada vez que decimos “narrador” en un trabajo académico queremos usar otra palabra, nos morimos de ganas de decir ESA OTRA PALABRA. AUTOR, ¡AUTOR!, ¡¡¡AUTOR!!!.
Entonces, hasta que se nos permita publicar artículos donde digamos que Kafka escribía libros tristes porque era un tipo triste, seguiremos con nuestras acciones de lucha, que incluirán, entre otras, la publicación de la historia de vida de Barthes y de los ingresos que recibió en forma de regalías por “derechos de autor”.
Sin más que decir, saludamos al pueblo argentino.
¡AUTOR o MUERTE!
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