Pablo Secsfield nació en Buenos Aires en el mes de abril de 1950. Hijo de un empresario de por la entonces incipiente industria del porno (el famoso Rubén “Ombú Acostado” Secsfield) , rápidamente se interesó por todo aquello que estuviera relacionado con la sexualidad. Dueño de una colección de revistas con fotos de desnudos que era envidiada por todos sus compañeros de colegio, rápidamente recibió el mote de “onanista” y libidinoso, denominación incómoda que lo acompañó durante toda su vida profesional.
Terminada la secundaria, su vocación natural lo hizo interesarse, como no podía ser de otra forma, por el estudio académico de la vida humana, en especial de la sexual, razón por la cual comenzó la carrera de psicología. Con velocidad inusitada, consiguió el título en apenas cuatro años, y su tesis de graduación “Es normal querer acostarse con todas las mujeres conocidas”, recibió excelentes críticas por parte de los teóricos más respetados.
Al poco tiempo, trabaja ya en la UBA, como ayudante en una materia de estudios de psicoanálisis y como responsable también de un seminario llamado “Sexualidad, teoría y prácticas (analíticas)”, pero la dictadura militar cerró la facultad de psicología, lo cual lo obligó a emigrar. Ya en Francia, rápidamente fue tomando renombre y se hizo cargo de diferentes clases, hasta que a mediados de los 80s le fue dada la titularidad de la cátedra de psicoanálisis en Niza. En simultáneo, varios libros suyos tales como “Sexo en el diván”, o “El fluir de la libido”, fueron tomando notoriedad y haciéndose respetados en el ambiente académico.
Con el correr de los meses sus clases en la universidad de Niza se convirtieron en las más pupulares de toda la institución, al punto de recibir más de mil cuatrocientos matriculados en 1986. Fue llamativa de esa masiva inscripción el alto porcentaje de mujeres (un 96%), así como la insistencia de Secsfield de hacer su trabajo pedagógico principalmente en verano, al sol y en ambientes donde hacía mucho calor. Algunos detractores del catedrático lo acusaron de elegir esos climas tan calurosos para obligar a las alumnas a asistir a las aulas visiblemente sueltas de ropa.
Aquellos que envidiaban el éxito académico de Secsfield, lo acusaron de ser poco profesional y de “intercambiar favores sexuales con las alumnas”. Dejaron correr, inclusive, el rumor de que las reuniones de la cátedra, en la que se elegía a los mejores estudiantes para asistir (casi siempre mujeres), se transformaban en verdaderas orgías, y que se llevaban meses sin discutir los temas del programa de la materia.
Al hacerse esos trascendidos cada vez más fuertes, el prestigio del intelectual fue resquebrajándose. Todos los días comenzaron a propagarse nuevos chismes, cada vez más extraños: que a las chicas que eran buenas practicando el sexo oral se les subía un punto en su nota final; que cuando Secsfield actuaba como consejero de tesis sugería como tema de investigación la masturbación femenina (con demostraciones en público); o que el titular de cátedra había conseguido un trío con una ex alumna de Lacan y la directora de la carrera de psicología de la universidad de Michigan, “una acérrima conductista”. Pero la gota que rebalsó el vaso fue la denuncia de acoso sexual que realizó una estudiante, quién aseguró que:
“cuando me devolvieron mi primer parcial, la nota era un nueve, pero al lado decía ´podría ser un diez´ y aparecía dibujada un carita sonriente al lado de un número de teléfono. No le di importancia. En el segundo examen, directamente no había nota: sólo aparecía una aclaración en lapicera que decía ´tengo que discutir su calificación con ud.´y volvía a incluir el número de teléfono. No me hubiera asustado mucho, si no fuera porque, cuando llamé, el profesor Secsfield me atendió y comenzó a presionarme para que le dijera cómo estaba vestida, de qué color era mi ropa interior y me pidió que le comentara si me gustaba que me ataran a la cama y me asfixiaran al momento de llegar al orgasmo”.
Luego de este confuso incidente, Pablo Secsfield fue despedido de la Universidad de Niza y prosiguió trabajando a través de iniciativas privadas. Publicó una decena de libros más y, en el año 2008, se unió al Staff de ¡Lo qué? para continuar con el derrumbe estrepitoso de su carrera.
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