Por Pablo Secsfield
El triunfo de Mauricio Macri en las elecciones del 2007, así como la menos cómoda victoria de sus candidatos en los últimos comicios legislativos, ha dado lugar a una serie de investigaciones, artículos y consideraciones desde los más variados enfoques. La llegada del dirigente a la jefatura de gobierno ha sido analizada tanto por sociólogos, que han visto en su elección la señal más acabada de la crisis de la educación mundial, como por empresarios ligados con la construcción y el asfalto, que explican los votos que recibió a partir de la idea de que permitió “una increíble oportunidad de hacer mucha guita”. También han opinado respecto de este fenómeno comunicólogos, que entienden que el hijo de Franco ganó aprovechando “lo más facho e hijo de puta de los porteños”, y policías exonerados deshonrosamente de sus respectivas fuerzas, que sostienen que recibió muchos votos gracias a su intención de “terminar con la desocupación en el sector”. El mismísimo Paul Pauls, en un número anterior de esta publicación, trató el tema, concluyendo que el ex presidente de Boca ganó por la idiotez e incultura de la clase media porteña, mientras que representantes de las fábricas de gases lacrimógenos, desmintiéndolo, señalan que el apoyo recibido por el empresario proviene de su seria intención de “descentralizar la economía” y apoyar al emprendedor privado, liberándolo de los abusivos controles del estado y de cualquier tipo de protesta sindical, por más justa que ésta fuese.
La intención de este trabajo no será, por cierto, polemizar con ninguno de estos enfoques, sino brindar uno nuevo. Se buscará entonces explicar el resultado de la elección de Macri a la jefatura de gobierno a partir de un análisis psicológico de sus votantes, señalando algunas de sus particularidades.
Para comenzar a trazar, a grandes rasgos, el perfil de los que llevaron al boquense al máximo cargo municipal, es necesario caracterizar un trastorno con el cual trabajé junto con mis alumnos en mis años de profesor universitario: la “neurosis por falta de sexo o aeroticosis”. Según Freud “lo que más facilita el nacimiento de una neurosis es la incapacidad de soportar durante un período de tiempo más o menos largo una considerable represión de la libido”.[1] De esta manera, la falta de relaciones sexuales (o, como se verá, la ausencia de relaciones sexuales satisfactorias) provoca en los pacientes síntomas neuróticos provenientes de aquella libido no empleada. En el caso particular de la aeroticosis, el desajuste psicológico provocado por la carencia de una adecuada descarga de energía erótica lleva a que los pacientes muestren “comportamientos extraños, actos de hipocondría, sueño, violencia, aumento de la ira y niveles de pelotudez mucho mayores a los recomendables”[2]
El lector se preguntará, con razón, cuál es la relación que esto tiene con el votante de Macri. La respuesta la da un estudio realizado por el CONICET, que revela que los que escogieron al líder del PRO llevaban en promedio unos 4,2 meses sin tener relaciones sexuales y que su media de coitos anual apenas superaba los 3,4. Entre los motivos para tan poca actividad sexual, el estudio destaca tres: uno, la edad avanzada de los sujetos estudiados (con la consiguiente impotencia), el segundo es que los votantes estaban más excitados por el dinero que por las mujeres; y el tercero, y más importante, es que los especimenes analizados declaraban que su “mujer (o marido) es una vieja cheta amarga e incogible[3] y que antes de tocarle un pelo prefiero darle bomba a Hulk Hogan”.
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Holk Hogan
Evidentemente el largo tiempo de abstinencia que han soportado aquellos que optaron por Macri influyó en su decisión electoral. Analizando los motivos por los cuales dicen los electores haber escogido al líder del PRO, muchos afirman que lo hicieron para que “de una buena vez cague a piñas a todos los negros de mierda del interior y del conurbano que vienen a esta ciudad a dormir en plazas”, mostrando claramente uno de los síntomas de la neurosis por falta de sexo: la violencia. Otros aseguran haberlo hecho por “odio al gobierno de los Kirchner”, dejando ver una fuerte ira patológica. También están aquellos que sostienen que el candidato de la centro derecha iba a “acabar con la corrupción”, lo cual es señal contundente de haber opinado sin haber dormido lo suficiente (recordamos que la falta de sueño es también señal de areoticosis). Y por último, el argumento mencionado por la mayoría de los votantes, que reza que “Macri me parece un candidato serio, un empresario exitoso que va a traspasar el éxito deportivo de su Boca a la ciudad”, sólo puede ser entendido si se tiene en cuenta que estamos ante niveles de pelotudez mucho más altos de los recomendables.
Lo dicho en el párrafo precedente es suficiente prueba para asegurar que el 40% de la población porteña, cantidad de votos aproximados que sacó el PRO en las elecciones del 2007, presenta problemas de descarga de su libido que llevaron a una neurosis de falta de sexo. Por este motivo no resulta apresurado afirmar que si los porteños hubieran tenido más relaciones sexuales en los años 2005, 2006 y 2007, probablemente Macri hubiera tenido mucho menos apoyo del electorado. Pero no hay que apresurar las conclusiones, porque todavía queda otro problema por mencionar.
La insatisfacción sexual que lleva a la neurosis a la que estamos haciendo referencia no se manifiesta sólo por la falta de relaciones, sino también por la presencia de personas que tienen una actividad erótica recurrente pero de muy mala calidad. El comentario de un paciente anónimo podrá ser un ejemplo ilustrador de este problema.
La verdad es que me acuesto seguido con mi marido, pero él, no sé qué le pasa, pero parece como muerto. Estoy una hora chupándosela para que se le pare, y después no se mueve, me deja a mí arriba y no hace nada. Encima acaba siempre en menos de cinco minutos. La verdad es que cojo mucho pero mal: soy una mal cogida.
No resultará casual que esta señora no sólo haya votado a Macri, sino que incluso haya hecho aportes para su campaña y haya publicitado por SMS las numerosas marchas de Blumberg. La clara insatisfacción sexual de esta mujer la llevó a tener comportamientos tan extraños como los descriptos, pero que pudieron ser corregidos luego de una serie de sesiones terapéuticas con tres taxiboys.
A modo de cierre, es que entonces podemos decir que la evidencia clínica demuestra que el electorado que votó a Macri no sólo está compuesto por gente que no tiene sexo, sino también por aquellos que pueden ser catalogados, si se me permite citar a mi paciente, como “mal cogidos”. Queda claro, según los resultados de esta investigación, que la insatisfacción sexual ha sido el principal aliado del PRO en las elecciones para Jefe de Gobierno del 2007.
Pablo Secsfield fue profesor de la cátedra de Psicoanálisis de la Universidad de Niza, hasta que fue despedido por acoso sexual en 1987.
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